Profesor David Harvey |
En esta entrevista con el geógrafo marxista David
Harvey, hacemos un recorrido por algunas de sus principales obras, que ponen en
el centro de la escena la reflexión sobre los efectos de la acumulación
capitalista.
IdZ: En Los límites del capitalismo y la teoría
económica marxista comenzás analizando el método de Marx y señalás que los
tres conceptos clave de la teoría de Marx: valor de uso, valor de cambio y
valor, deben ser comprendidos en sus relaciones, enfatizando la noción de
“pares relacionales”. ¿Por qué creés que esto es muy importante para leer El
Capital? ¿Y cuáles son los problemas de otras interpretaciones que
subestiman esta dimensión relacional?
Una de las cosas que he encontrado tanto en los
críticos de Marx como entre algunos marxistas, es lo que llamaría una lectura
“muy determinista”, un tipo de lectura muy “causal”. Por ejemplo, existe la
idea de que Marx era un determinista tecnológico, y que para él el desarrollo
tecnológico determina ideas, dicta todo. Yo no acuerdo con eso para nada. Creo
–por ejemplo– que la tecnología ha jugado un rol muy importante en el
desarrollo del capitalismo, pero al mismo tiempo da nuevas ideas, hacia nuevas
formas de vida. Una de las cosas que enfaticé, y que va más allá de lo que
usted me pregunta, es que Marx analiza cómo la tecnología revela la relación
que tenemos con la naturaleza, y al mismo tiempo da a conocer los medios por
los cuales reproducimos la vida social, las relaciones sociales y las
concepciones mentales que se encuentran atrapadas en sus asociaciones.
Cuando uno ve los procesos de cambio social, por
ejemplo el largo capítulo XIII de El Capital, “Maquinaria y gran
industria”, lo que puede ver es que en cierto punto de la argumentación Marx
dice que para que esta transformación se produjera, nuestra concepción mental
del mundo debe cambiar dramáticamente, debe ser más científica, mucho más
basada en la tecnología. Esto es un cambio en concepciones mentales. Pero también debía cambiar el
sistema de producción, y el proceso de trabajo ya no debía estar sujeto al
“misterio” y al hecho de que el artesano fuera la única persona que comprende,
que disecciona el proceso, entiende las piezas y las ubica de diferente forma,
y ve el mundo de una forma diferente, con la ayuda de nueva tecnología como
microscopios, telescopios, etc. Y finalmente Marx señala que con la llegada de nuevas
máquinas en distintas industrias, eso impone la necesidad de que las máquinas
sean construidas por otras industrias. Entonces, lo que dice Marx es que la
transición desde el feudalismo hacia el capitalismo no fue conducida por
ninguno de estos elementos tomado en sí mismo, sino que fue el resultado de una
“coevolución” de todos estos elementos, en relación unos con otros,
interactuando entre sí.
Lo que llamo lectura relacional y dialéctica de Marx
habla sobre cómo entender este mundo, para no sugerir ya que hay una causa
principal. Si uno toma estos elementos que planteamos encuentra que hay
visiones deterministas del mundo que apuntan a uno de ellos. Por empezar el
determinismo tecnológico. También hay un resurgimiento de un determinismo
natural, medioambiental, que dice que la naturaleza determina todo, la
tecnología determina todo, o las relaciones sociales determinan todo. La visión
marxista es de que todos estos elementos están siempre en relación entre sí, y
algunas veces uno toma la ventaja, a veces nuevas ideas toman la delantera,
algunas veces aparecen nuevas tecnologías como computadoras y vemos cómo las
computadoras cambian nuestra vida social. Entonces, considerando por ejemplo
cómo son vividas nuestras vidas hoy que tenemos teléfonos móviles, ha cambiado
las relaciones sociales, pero no las ha determinado.
Mi lectura dialéctica/relacional de Marx implica estar abierto a todas aquellas posibilidades, y del mismo modo en que Marx pensaba en la transición entre feudalismo y capitalismo como una coevolución de todos estos elementos, tenemos que pensar en esos mismos términos la transición del capitalismo hacia el socialismo. Y tenemos que preguntarnos qué es lo que se relaciona, cuáles son las nuevas tecnologías, cuáles las relaciones sociales, qué tipo de concepción mental, qué tipo de vida cotidiana, qué tipo de relaciones sociales, qué tipo de proceso de producción. Esas son las preguntas que debemos hacernos constantemente sobre el proceso de transición del capitalismo hacia el socialismo.
Mi lectura dialéctica/relacional de Marx implica estar abierto a todas aquellas posibilidades, y del mismo modo en que Marx pensaba en la transición entre feudalismo y capitalismo como una coevolución de todos estos elementos, tenemos que pensar en esos mismos términos la transición del capitalismo hacia el socialismo. Y tenemos que preguntarnos qué es lo que se relaciona, cuáles son las nuevas tecnologías, cuáles las relaciones sociales, qué tipo de concepción mental, qué tipo de vida cotidiana, qué tipo de relaciones sociales, qué tipo de proceso de producción. Esas son las preguntas que debemos hacernos constantemente sobre el proceso de transición del capitalismo hacia el socialismo.
IdZ: En La condición de la posmodernidad realizás un
estudio que explica las condiciones materiales que dieron lugar al surgimiento
del posmodernismo. Luego de dos décadas, ¿cuál creés que es el estado actual de
las ideas posmodernas?
Antes que nada, mi posición con respecto al
posmodernismo fue no rechazarlo totalmente. Opino que se estaban diciendo unas
cosas muy importantes, pero había todo un ala del posmodernismo y el
posestructuralismo que fue, francamente, antimarxista. No veía por qué el
posmodernismo tenía que tomar una posición antimarxista. Entonces, mi misión al
escribir La condición de la posmodernidad fue hacer un análisis marxista
del posmodernismo y decir: “Mirá, puedo entender lo que estás haciendo en
términos marxistas. Estás articulando algunas demandas de los nuevos
movimientos sociales alrededor de la raza, el género, el medio ambiente y lo
demás”. Cuestiones que en mi opinión son muy importantes y que han sido
subdesarrolladas, para decirlo de alguna manera, por la tradición marxista. Y si
la tradición marxista apunta a ser una tradición viva, necesita encontrar la
forma de encararlas.
A mí siempre me había parecido poco sofisticada y en
algunos casos despectiva la forma en que la tradición marxista había tratado
temas como el espacio, el tiempo, la geografía y el medio ambiente. Por
ejemplo, en mis primeros años, la mayoría de los marxistas convencionales no se
molestaba en leer lo que escribía, ¡porque era geógrafo y porque insistía en
hablar sobre la geografía! Yo decía: “Como materialista, ¿cómo podés actuar
como si no existiera la geografía? ¡Qué loco! ¿Quién puede decir que la
urbanización no es importante?”. Pero no había mucho escrito dentro de la
tradición marxista sobre urbanización. Cuando empecé a escribir sobre el tema a
principios de los ‘70 estaba Henri Lefebvre, [Manuel] Castells, yo, y algunos
otros que trabajaban alrededor de la Revista Internacional de Estudios
Regionales y Urbanos [IJURR]. Pero la mayoría de los marxistas
conocidos no escuchaba y no quería saber nada. Yo siempre había tomado el
aspecto geográfico y espacial como algo muy serio, y pensaba que había una gran
ausencia dentro de la tradición marxista. Por lo que me causó mucha gracia que
los posmodernistas intentaran usar el concepto del espacio y la geografía para
tratar, de alguna forma, de atacar al marxismo, mientras que yo había estado
discutiendo dentro del marxismo sobre estas cuestiones.
Luego los posmodernistas empezaron a usar a mis
escritos para atacar al marxismo de Marx, y creo que los hice enojar mucho al
decir que todavía soy marxista, pero que es cierto que hay que tomar en serio
estas cuestiones. Creo que salieron algunas cosas buenas del giro
posmoderno-posestructuralista, pero lo que me desagrada intensamente es la
forma en que descarta la tradición “macro”. También el hecho de que la única
forma en que pudieran responder a lo que yo y otros estábamos haciendo fue
decir que la economía política no importa, que todo es cultural. Muchos
geógrafos en Gran Bretaña decían que la economía política no importaba, y ahora
parecen idiotas porque, como podemos ver, la economía política importa
muchísimo y es necesaria. Es lo que yo calificaría como el lado más tonto del
posmodernismo-posestructuralismo.
IdZ: Vos distinguís la acumulación a
través de la explotación de otro modo de desenvolvimiento del capital, que
definís como acumulación a través de la desposesión. ¿Podrías sintetizar lo
específico de este último concepto y la relación entre ambas?
En un sentido ambas son “desposesiones”, ya que el
trabajador es desposeído del valor entero del producto, pero en la historia del
pensamiento esta es comúnmente definida como “explotación”. Creo que a la par
de esta existe un comportamiento predatorio en el que los bienes de las
personas les son quitados, y estos bienes pueden ser tradicionales, o pueden
ser los bienes de unos capitalistas que son apropiados por otros más poderosos:
en los Estados Unidos –por ejemplo– hay una larga tradición de las granjas
familiares que está desapareciendo, en gran parte a través de los mecanismos
del sistema crediticio, para darle lugar al agrobusiness, y debido a
esto se ve una tensión constante en el campo. Pasa también aquí [en la
Argentina] que a la gente a la cual le resulta muy difícil ganarse la vida con
una pequeña propiedad de una hectárea, y esto significa que en un momento u
otro, probablemente serán desposeídos de su medio de ganarse la vida. En EE.UU.
con la crisis, hemos visto que con grandes bancarrotas corporativas como
General Motors y Chrysler, mucha gente que tenía buenas jubilaciones, de
repente ve cómo les son quitadas. Otro ejemplo de desposesión es la
“gentrificación” de los barrios, que expulsa a la gente de los lugares donde
vive mediante cambios en los impuestos y en toda la forma de vida.
Entonces, creo que está ocurriendo un proceso de
desposesión que no solo se trata de la acumulación primitiva, en el sentido de
derrocar a viejos sistemas, sino también en el sentido de quitar derechos que
se han conquistado a través de la lucha de clases; de hecho, si uno mira los
últimos 30 años del proceso neoliberal, ve mucha acumulación a través de la
desposesión. Por ejemplo, en Gran Bretaña, cuando estaba creciendo, mi
educación era gratis, no pagaba nada, hice un doctorado, todo fue pagado por el
Estado. La educación gratis era un principio socialista muy importante. Ahora
ha desaparecido, y la gente tiene que pagar. En mi propia universidad, una de
las respuestas a la crisis de presupuesto, pues están en crisis los
presupuestos de la ciudad y el Estado por el colapso financiero, es subir el
arancel a unos 600 dólares por año. Esto, me parece a mí, es una desposesión
del derecho a una educación decente. La gente tiene menos dinero y entonces,
¿qué hacés? ¡Les cobrás más! Esto es una forma de extraerle más excedente a la
población. Entonces creo que la acumulación mediante la desposesión es una
parte muy importante de nuestra crítica del capitalismo, y hay que consolidar
esta parte de nuestras críticas, mientras –por supuesto– continuamos
sosteniendo la necesidad de organizarnos contra la explotación en el propio
proceso de trabajo. Creo, por lo tanto, que estas dos formas de explotación
operan juntas, y es muy importante mantenerlas una al lado de la otra como parte
del programa político.
IdZ: En muchas oportunidades hiciste
hincapié en la dimensión urbana de la lucha de clases. ¿De qué manera opinas
que se combinan la lucha en el lugar de trabajo y la lucha en la ciudad?
Este es un problema muy difícil y es uno que creo que
la organización política necesita tratar. No tengo ninguna fórmula mágica. Ha
habido una tendencia, por ejemplo, en especial en Europa, a que los sindicatos
sean hostiles al “movimiento de los movimientos” tipo foros sociales, y a que
estos respondan de la misma manera. Creo que los sindicatos tienen mucho
trabajo que hacer, para reformarse e integrarse a un movimiento político mucho
más amplio, y entonces creo que hay muchas dificultades: el sindicalismo varía
mucho según el país y la realidad política del movimiento, pero creo que
estamos ante una coyuntura ahora en que puede ser más viable esta reforma.
Por otro lado, toda la cuestión de los trabajadores y
la ciudad, supone que los trabajadores están en las fábricas y la gente está en
las ciudades, cuando en realidad los trabajadores viven en las ciudades. Hay
una política del lugar de trabajo y una política del hogar, que pueden ser más
fácilmente combinadas si empezamos a pensar de una forma más política sobre
cómo se crea una ciudad, quién trabaja en la ciudad, cómo funciona, y por lo
tanto empezamos a pensar en los trabajadores de mantenimiento, los recolectores
de basura, los trabajadores telefónicos, y que estos también son trabajadores,
y que una enorme cantidad de gente está empleada en el mantenimiento de la
misma ciudad y la reproducción del medio ambiente urbano. Creo que la
organización de estos trabajadores alrededor de un nuevo concepto de
urbanización es algo que puede desbordar también al sentido más tradicional de
organización de la gente que trabaja en fábricas o talleres.
IdZ: Hace unos años escribiste un prefacio para una nueva
edición del Manifiesto Comunista. ¿Cuál es para vos la relevancia actual
de esta obra?
Aún vivimos bajo el capitalismo. Lo que es asombroso
es que Marx y Engels, armados con la crítica de una economía política
principalmente británica, conociendo de primera mano por Engels lo que estaba
sucediendo en Manchester, en cierto sentido hacen la pregunta sobre cómo sería
si todo el mundo –en todos lados– fuera como en Manchester. Era una muy buena
pregunta porque en ese momento el capitalismo estaba esencialmente confinado a
la ciudad de Manchester y a otros pocos lugares, y ahora por supuesto vas al
poderoso delta de Shanghai en China, cualquiera encuentra lo que estaba pasando
en Manchester en los años 1840. Y la crítica de parte del mundo basada en esa
pequeña parte del mismo. Y tantos aspectos de esa crítica aún están con
nosotros: la alienación, el impulso a crear el mercado mundial… por lo que leer
el Manifiesto es como leer una buena síntesis de lo que está ocurriendo en el
mundo, salvo que ya no es en Manchester, sino lo que está pasando en China, lo
que está sucediendo en India, en Sudáfrica, en Brasil, y lo que sucede aquí [en
Argentina, NT]. Ellos adoptaron el punto de vista de que el capitalismo estaba
destinado a globalizarse y por supuesto que lo ha hecho. Por lo que hay muchos
aspectos que se acercan mucho a lo que nos encontramos hoy.
Pero también hay –por supuesto– aspectos que eran
especiales de este período: su compromiso con los pensadores utópicos en
Francia en los años 1830 y 1840; algunos argumentos peculiares sobre cuestiones
de agenda del orden del día que son muy de su tiempo, que mencionaban en el
prefacio que escribieron en la edición de 1872, que cambiarían. Es
impresionante, leyéndolo, lo refrescante que es leer esta hermosa pieza de
literatura, pequeña pieza de literatura, es que es como “¡Bang, de esto se
trata la naturaleza del capitalismo!”. Y es muy excitante releerla hoy,
particularmente como la estaba leyendo yo al comienzo de este colapso del
sistema financiero y estando el capitalismo claramente en un gran problema,
algo muy problemático e interesante era contrastar las diversas ediciones luego
del 150 aniversario, en 1998, cuando el capitalismo estaba triunfante, cómo se
tomaba el Manifiesto hace sólo diez años, y cómo se toma ahora cuando el
capitalismo ya no es más triunfante en ningún lado.
Entrevista: Pablo Anino
Traducción: Juan Duarte
Fuente:
http://ideasdeizquierda.org/es-impresionante-lo-refrescante-que-es-leer-hoy-el-manifiesto-comunista/
David Harvey
Graduado como geógrafo, se acercó al marxismo en los
años ‘70, bajo la influencia del clima ideológico de una década convulsionada.
Retomando el camino iniciado por Henri Lefebvre, sus trabajos realizaron un
aporte fundamental en la comprensión de la dimensión espacial de la acumulación
capitalista estimulando otros desarrollos posteriores. Los límites del
capitalismo y la teoría económica marxista propone originales desarrollos
de la obra de Marx. La condición de la posmodernidad es una de las obras
fundamentales para una crítica marxista del posmodernismo. Entre otros
importantes trabajos se cuentan París, la capital de la modernidad, El
enigma del capital y las crisis del capitalismo y Ciudades rebeldes.
Es catedrático de Antropología y Geografía en la City University of New York
(CUNY) y Miliband Fellow de la London School of Economics.
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