Por Jesús Arboleya Cervera
¿Qué
pasó?
No conozco un solo analista
que predijera la envergadura de los acuerdos alcanzados en las negociaciones
entre Cuba y Estados Unidos y debemos agradecérselo a ambos gobiernos.
La discreción alcanzada es
muestra del interés de los involucrados, incluyendo el Papa Francisco y el
gobierno de Canadá, reflejo del deseo mundial por resolver este problema.
Las negociaciones se
desarrollaron con un alto grado de profesionalidad y en un clima de igualdad
soberana y respeto mutuo, como había exigido la parte cubana, cuidando que
todos los detalles reflejaran esta condición.
Ambos gobiernos lograron lo
que querían:
- La liberación de personas
que constituían un reclamo popular y un problema para la política exterior de
los dos países.
-Obama aprovechó el momento
para rediseñar su política hacia Cuba, establecer un legado histórico de su
administración, fortalecer su imagen doméstica y eliminar un escollo en sus
relaciones internacionales, especialmente en América Latina.
-Cuba, por su parte, obtuvo
una victoria política de resonancia internacional que contribuyó al estímulo de
la moral interna y se liberó, al menos en parte, de trabas que pesaban de
manera extraordinaria sobre sus posibilidades de desarrollo económico.
¿Por qué pasó?
El gobierno de Estados
Unidos actuó por razones que trascienden el caso de Cuba y responden tanto a
sus intereses nacionales, como de manera específica a los del partido demócrata
de cara a las elecciones de 2016.
Aunque la versión oficial norteamericana
hace énfasis en la necesidad de cambiar los métodos de su política hacia Cuba,
factores objetivos demuestran que no solo la inadecuación de los métodos hizo
insostenible esa política.
Durante más de medio siglo,
Cuba ha demostrado su capacidad para resistir una política subversiva integral,
donde solo ha faltado la invasión militar directa. Una posibilidad siempre
presente en la política exterior de Estados Unidos, que por diversas razones no
se atrevió a aplicar en Cuba.
Como han reconocido el
propio Obama y su secretario de Estado, John Kerry, la política contra Cuba
terminó por aislar a los Estados Unidos a escala internacional y
particularmente en América Latina, poniendo en peligro la propia existencia del
sistema panamericano, a través del cual se ha articulado la hegemonía
norteamericana en la región.
Devino, además, una política
impopular en los Estados Unidos, contraria a grupos económicos interesados en
el mercado cubano e incluso perdió mayoría en la base social que le servía de
sustento dentro de la comunidad cubanoamericana, planteando oportunidades para
el partido demócrata con vista a las elecciones de 2016, de manera especial en
el estado de la Florida.
¿Qué podemos esperar?
La interrogante principal es
la posible reversibilidad de las medidas tomadas por el gobierno de Obama, ya
sea por la actuación de la mayoría republicana en el congreso o por un cambio
en el escenario político, si triunfa el candidato de ese partido en las
próximas elecciones.
El presidente Obama actuó dentro
de las potestades ejecutivas que le otorga la ley Helms-Burton. Aunque ciertos
congresistas, especialmente la extrema derecha cubanoamericana, tratarán de
poner cuantos obstáculos sean posibles a la implementación de su política, para
el congreso resultará muy difícil impedir que el presidente actúe hasta donde
crea conveniente dentro del marco que le permite la ley.
De hecho, los republicanos
no estarán en condiciones de presentar un bloque cohesionado contra estas
decisiones, dado que importantes sectores republicanos también apoyan el cambio
de la política hacia Cuba. No parece entonces que el tema de Cuba será el
escogido por ese partido para articular un frente contra el presidente, como
ocurrirá en otros asuntos de la política doméstica y exterior del país.
Sin embargo, Obama tampoco
puede avanzar más allá si no es revocada la ley Helms-Burton y aquí los
sectores republicanos que se oponen a los cambios tienen la posibilidad de
impedir que el tema sea incluido en la agenda del congreso. La lógica indica
que los líderes republicanos en ambas cámaras actuarán de esa manera, para
impedir un cisma dentro del partido y así ya lo expresaron públicamente.
De resultas, el escenario
más probable de la política hacia Cuba en los próximos dos años es que transcurrirá
dentro de los límites que impone la ley Helms-Burton y sus avances dependerán
de la voluntad del presidente.
Aunque es cierto que esta
política puede ser modificada de un plumazo por cualquiera que asuma la
presidencia en 2016, no resulta nada extraño en la conducción de la política
exterior norteamericana, donde el presidente generalmente disfruta de estas
facultades.
El sostenimiento de lo
alcanzado dependerá entonces de los avances que se logren en los próximos dos
años y los intereses económicos y políticos que, como resultado de esto, se
desarrollen en Estados Unidos respecto a Cuba, influyendo en la actuación de
quienquiera sea el futuro presidente de esa nación.
El reto de la política
cubana será facilitar estos progresos, sin menoscabo de su soberanía y sus
propios intereses nacionales. Un problema serán los conflictos resultantes del
mantenimiento del bloqueo en muchos aspectos, problemas pendientes entre los dos
países y la insistencia de Estados Unidos en mantener una política de
“promoción de la democracia”, que implica una injerencia en los asuntos
internos de Cuba.
Otros temas de confrontación
surgirán de manera inevitable de las diferencias resultantes de la política
exterior de ambos países. Prácticamente será un hecho en casi todos los
escenarios internacionales, pero de manera especial en América Latina, donde la
política norteamericana continúa siendo muy agresiva contra los gobiernos y los
movimientos progresistas de la región.
El significado de la
“normalización” de las relaciones recientemente alcanzado, será entonces lograr
establecer un clima de convivencia entre dos contrarios, que en el proceso
negociador tampoco ocultaron sus diferencias.
Con todo los inconvenientes
que esto implica, ha sido un paso civilizador que ojalá sirva de ejemplo al
resto del mundo y logre imponerse en el futuro que nos espera.
Jesús Arboleya Cervera,
doctor en ciencias históricas, autor de numesos libros sobre las relaciones
entre Los EEUU y Cuba, así como la Comunidad cubano-americana.
Fuente: Progreso Semanal
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