Por Thalía Fung, Doctora en Ciencias y profesora de Mérito de la Universidad de La Habana
De Lenin se puede escribir en muchos campos; pero si en alguno posee
especial vigencia es en la historia política contemporánea, en la teoría
política, en particular, en la filosofía política y en la ciencia
política. En esta última disciplina, su papel en el marxismo puede
calificarse de fundacional. Develó los nuevos sujetos revolucionarios,
los escenarios inesperados de las siguientes revoluciones socialistas, y
desde muy temprano, descubrió el camino por el que necesariamente había
de transitar la revolución en Rusia.
No obstante, no hubo una contradicción de principio entre Marx y Lenin,
sino el análisis contextualizado de la sociedad eurocentrista y, en
consecuencia, más simplificada, racional e instrumental por ser núcleo
de la revolución industrial, y la compleja sociedad euroasiática rusa en
la cual su estructura clasista ofrecía un predominio de los grupos
campesinos y se enmascaraba el incremento de la penetración de las
relaciones capitalistas que inclusive transformaba a una parte
considerable del campesinado en semiproletario.
Lenin valoró justamente al campesinado pobre como un sujeto
revolucionario, y lo sorprendió el comportamiento de los campesinos
medios en la Revolución de Octubre quienes probaron que también había
que contar con ellos, con lo cual se mundializó la posibilidad de la
revolución por cuanto la propia modernidad de la revolución política
burguesa demandaba la existencia de su contrapartida, los países
suministradores de materias primas y, en consecuencia, oprimidos por los
más desarrollados, con lo cual la consigna de Marx sobre la unidad de
los proletarios se cambió por la de “pueblos oprimidos, uníos”.
El tratamiento de la conciencia de clase había sido un asunto de la
mayor importancia para los marxistas; el propio Marx consideraba que la
clase solo poseía dicha condición cuando actuaba como partido político, y
alrededor de dicha cuestión diferían Rosa Luxemburgo y Vladimir Ilich
Lenin, discrepancia que valoramos como de certidumbre en distintos
niveles. Rosa se expresaba en términos filosóficos, más próximos al
pensamiento de Marx, y Lenin actuaba como un cientista de la política,
al plantear que había que importar la conciencia de clase a la clase
obrera. Por supuesto, que Lenin se refería a la estrategia y las
tácticas políticas que solo podían ser elaboradas por un grupo
profesional de la clase, aquel constituido por el partido. Con Lenin, se
fundamenta la necesidad del partido o grupo que dirigiera
inteligentemente el comportamiento de los revolucionarios y que, en
Rusia, asumieron el nombre de bolcheviques por representar la mayoría de
los participantes en el II Congreso de los socialdemócratas rusos.
La flexibilidad y la concreción táctica de Lenin se puso de
manifiesto en la revolución burguesa de 1905, en la cual conminó a la
participación de los obreros que no sentían sus objetivos como propios;
pero Lenin partía del criterio de que solo se aprende a luchar en la
lucha. Cuando se proclama la Duma, los bolcheviques participaron —aún en
contra del criterio de la socialdemocracia europea— porque Lenin adujo
que debían ingresar en dicho Parlamento, inclusive para expresar en su
seno, que aquel no servía. Cuando años después, se votaron los créditos
de la I Guerra Mundial, los bolcheviques y los serbios fueron los únicos
socialdemócratas que se manifestaron en contra.
Los bolcheviques demostraban un conocimiento profundo de la situación
internacional; pero en la toma de decisiones, solo Lenin pudo enfrentar
la crisis que provocó la paz de Brest- Litovsk en los revolucionarios, y
probar por qué constituía la única toma de decisión posible. Más tarde,
al asumir la Nueva Política Económica (NEP), recibió múltiples
críticas; pero la NEP era imprescindible para salvar la Revolución, y
aunque inaceptable para la prédica de muchos dirigentes
socialdemócratas, también bolcheviques, hay que recordar que ante la
ofensiva de la Entente y la contrarrevolución interna, la situación
había alcanzado tal grado que aún en 1928 había muertos por hambre en
las calles. Inclusive, en sus tácticas concernientes al tratamiento
concreto de cada problema, Lenin no rechazó los compromisos en aras de
la defensa del proceso revolucionario y su objetividad analítica lo hizo
valorar que dado el avance tecnológico de Alemania si la revolución se
producía en dicho país, Rusia dejaría de encabezar el movimiento
revolucionario.
Trabajó sin descanso en aras de defender la unidad del partido como
vanguardia del proceso revolucionario y aunque difería de los criterios
de algunos de sus miembros, siempre evaluó sus posibles aportes, ya que,
según decía, en las revoluciones, aún los esquiroles pueden prestar
servicio.
Con la I Internacional, las ideas de Marx se extienden y trascienden a
los centros europeos, podría calificarse a dicha organización como la
primera de la sociedad civil internacional que porta las ideas de los
obreros. En América, encuentra asiento principalmente en Estados Unidos y
en los grandes países del Cono Sur; pero el terremoto ideológico que
significó la Revolución de Octubre, la cual estrenó la bipolaridad
histórico-social a nivel mundial, no solo acentuó la formación de
partidos comunistas en países con un mayor grado de organización, sino,
muy temprano, aquellos cubanos que habían celebrado el 1º de Mayo, aún
bajo el dominio colonial, encontraron fieles dirigentes en el comunista
fundador del Partido Revolucionario Cubano, Carlos Baliño, y en aquel
bravo universitario que buscó la unión de los estudiantes y los
trabajadores y conquistó a la juventud, el amado Julio Antonio Mella.
Lenin había previsto que con la Revolución de Octubre se rompía la
cadena imperialista por su eslabón más débil, aquel que portaba el mayor
número de contradicciones; pero ello era solo el comienzo. A través de
la III Internacional, Lenin expuso su análisis de los avances de los
procesos revolucionarios y señaló en cuál dirección se movería la
revolución socialista que indudablemente, para él, iría hacia el este.
Su predicción científica se cumplió en las revoluciones de los países
asiáticos, encabezadas por Mao Tse Tung, Ho Chi Minh, Kim Il Sung.
Pero, de modo impensado, pocos años después, en una isla del Caribe,
que se emancipó de su metrópoli en el tránsito del siglo XIX al siglo
XX, bajo la concepción unitaria y latinoamericanista de José Martí, un
joven abogado logró la hazaña de política científica de probar a su
pueblo que solo podría liberarse del tirano y cumplir su destino
americano con una revolución de los oprimidos, y con dicha convicción
convocó a la revolución socialista que transitó desde el este hacia un
sur-oeste lo cual requería de una lucha en frentes ideológicos varios, y
con sujetos diversos, en función de lo cual trabajó por la unidad de
los revolucionarios, campesinos, obreros, estudiantes, y otros grupos
sociales en la ciudad y en el campo, los cuales integraban un pueblo que
había sido oprimido por siglos. Se enfrentaba entonces, como Lenin, al
más grande reto histórico: crear la propia base económica de la
revolución.
Como no puede tratarse a la Revolución de Octubre sin la conducción
de Lenin, tampoco puede concebirse la Revolución Cubana, sin la
estrategia y tácticas de Fidel Castro. En la isla donde se unen y se
separan el Golfo de México y el mar Caribe o mar de las Antillas,
también se encuentran y se debaten en apoyo y contradicción las ideas de
la Revolución de Octubre y el sueño americano de Martí.
Según sentenciaba Mayakovski, aún la historia de Lenin está por
escribir, y sucede lo mismo con el análisis teórico del sentido de Fidel
para la América nuestra. Fidel hizo suyas las ideas que se habían
naturalizado en el continente asiático y las trajo al suelo nutricio de
la América nuestra, sureña, plural, coexistente, que había luchado por
los sueños emancipadores de Bolívar, Sucre, San Martín, Juárez, Martí.
En Cuba confraternizaron la Revolución de Octubre y la Revolución
Cubana: Lenin y Fidel Castro. No se conocieron; pero ambos se plantearon
idénticos objetivos: luchar por una revolución verdadera.
Fuente: Trabajadores.
Fuente: Trabajadores.
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