Por Mijaíl Gorbachov
Hace más de treinta años, el presidente Ronald Reagan
y yo firmamos en Washington un acuerdo entre Estados Unidos y la Unión
Soviética para la eliminación de misiles de alcance intermedio y corto,
el Tratado sobre Misiles de
Alcance Medio y Corto (INF). Por primera vez en la historia, dos clases
de armas nucleares se eliminarían y destruirían.
Ese fue el primer paso. Después siguió el Tratado de
Reducción de Armas Estratégicas (START I), que la Unión Soviética firmó en 1991
con el presidente George H. W. Bush, nuestro acuerdo sobre recortes radicales a
las armas nucleares tácticas, y el Nuevo START, suscrito por los presidentes de Rusia y Estados
Unidos en 2010.
Aún quedan demasiadas armas nucleares en el mundo,
pero los arsenales estadounidense y ruso ahora son solo una fracción de lo que
fueron durante la Guerra Fría. En la
conferencia encargada del examen del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas
Nucleares, celebrada en 2015, Rusia y Estados Unidos informaron a la
comunidad internacional que el 85 por ciento de esos arsenales habían sido
desmantelados y, en su mayoría, destruidos.
Hoy, este logro formidable, del cual nuestras dos
naciones pueden sentirse legítimamente orgullosas, está en peligro. La semana
pasada, el presidente estadounidense Donald Trump anunció que su país planea retirarse del tratado INF y
que tiene la intención de fabricar armas nucleares.
Me han preguntado que si ver el fin de un logro que me
costó tanto trabajo alcanzar me deja un sabor amargo. Pero este no es un asunto
personal. Hay mucho más en riesgo.
Se anuncia una nueva carrera armamentística. El
tratado INF no es la primera víctima de la militarización de la política
global. En 2002, Estados Unidos se retiró del Tratado sobre Misiles
Antibalísticos; este año, del acuerdo
nuclear con Irán. El gasto militar se ha disparado a niveles
astronómicos y sigue en aumento.
Como pretexto para retirarse del INF, Estados Unidos
apeló a las supuestas violaciones
de Rusia a algunas disposiciones del acuerdo. Rusia ha expresado
inquietudes similares sobre Estados Unidos y, al mismo tiempo, ha propuesto
discutir los desacuerdos en una mesa de negociaciones para llegar a una
solución que sea aceptable para ambas partes. Sin embargo, en los últimos años,
Estados Unidos ha evitado involucrarse en este tipo de debates. Creo que ahora
está claro por qué.
Con suficiente voluntad política, se podría resolver
cualquier problema de cumplimiento en los tratados existentes. Pero, como hemos
visto durante los últimos dos años, el presidente estadounidense tiene en mente
un objetivo muy distinto: liberar a Estados Unidos de cualquier obligación,
cualquier restricción, y no solo respecto de los misiles nucleares.
En realidad, Estados Unidos ha tomado la iniciativa de
destruir el sistema de tratados y acuerdos internacionales que sirvió de
cimiento para la paz y la seguridad después de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, estoy convencido de que las personas que
esperan beneficiarse de una batalla mundial desmesurada están profundamente
equivocados. No habrá un ganador en una “guerra de todos contra todos”, en
particular si acaba convirtiéndose en una guerra nuclear. Y esa es una
posibilidad que no se puede descartar. Una carrera armamentística implacable,
tensiones internacionales, hostilidad y la desconfianza universal solo
aumentarán el riesgo.
¿Es demasiado tarde para regresar al diálogo y las
negociaciones? No quiero perder la esperanza. Confío en que Rusia tomará una
postura firme pero equilibrada. Espero que los aliados de Estados Unidos,
después de una seria reflexión, se rehúsen a ser plataformas de lanzamiento de
los nuevos misiles estadounidenses. Quisiera que las Naciones Unidas, y en
especial los miembros del Consejo de Seguridad —investidos por la Carta de las Naciones Unidas y
con la principal responsabilidad de mantener la paz y la seguridad a
nivel internacional—, tomen medidas responsables.
Ante esta amenaza funesta a la paz, no estamos
indefensos. No debemos renunciar, no debemos claudicar.
Mijaíl Gorbachov fue secretario general del Partido
Comunista de la Unión Soviética y presidente de la Unión Soviética.
Pavel Palazhchenko tradujo este artículo del ruso al
inglés.
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