Por
Daniel Tanuro
Viento
Sur
Trump tiene un proyecto: dirigir Estados Unidos
como una empresa, transformarla en una fortaleza del “capitalismo
judeocristiano”, reestructurarla a lo bestia, después darle la hegemonía
mundial sin compartir. Acoso del personal, brutalidad con los
opositores, negación de los perjuicios medioambientales…; simplemente un
corta y pega del nivel de sus negocios aplicado a la sociedad.
Millonario populista inculto, nacionalista, racista, sexista, homófobo,
islamófobo, antisemita, Trump ambiciona remodelar la sociedad de USA y
el mapa del mundo a martillazos, despreciando lo que existe y
destrozando lo que se resiste.
Diversas fracciones de la clase dominante siguen los antojos del
nuevo presidente con inquietud. ¿Podrán encarrilarlo? ¿Tendrán que
deshacerse de él? Las dos opciones están abiertas. Pero no se puede
descartar una tercera: que el pirómano, en una huida hacia adelante,
incline el mundo hacia una pesadilla de guerra y desastre climático.
Porque Trump no ha caído del cielo, es el resultado de las
contradicciones capitalistas inextricables que la gobernanza neoliberal
domina cada vez con más dificultades y que fragilizan hasta el extremo
las superestructuras políticas en un mundo en crisis de hegemonía. En
estas circunstancias, la autonomía relativa de lo político así como la
de los individuos tiende a aumentar. El poder fuerte se convierte en
tendencia. No solo entre el proteccionista Trump, también entre sus
competidores mundiales de Europa y Asia. La amenaza es global, la
respuesta social debe estar a su altura.
Aprehender la significación del trumpismo implica tener perspectiva
de las contradicciones del capital y su evolución, de dónde viene la
situación actual. Así estaremos en mejor situación para comprender que
la elección de Trump para la presidencia de Estados Unidos no es un
accidente en el camino sino el síntoma de algo más profundo que puede
marcar el inicio de una nueva era.
Una de las características más significativas del capitalismo es la
creciente contradicción entre la racionalidad parcial de las empresas y
la irracionalidad global del sistema. Las empresas -especialmente, las
grandes- colocan la ciencia más moderna al servicio del beneficio para
organizar rigurosamente el trabajo y planificar las inversiones. Por el
contrario, la economía y la sociedad en su conjunto se desarrollan sin
plan, de una manera caótica según las presiones y el azar del mercado.
Esta contradicción es el resultado de la naturaleza misma del modo de
producción capitalista. Por una parte, las decisiones sobre qué debe
ser producido, cómo, por qué, por quién, en qué cantidad, son tomadas
por capitalistas competidores en función del único objetivo del
beneficio. Para sobrevivir, cada capitalista está obligado a no dejar
nada al azar. Por otra parte, la socialización de la producción se hace a
ciegas. El interés general solo se define en el vacío: en la forma como
se pliegan la sociedad y el medioambiente paso a paso al imperativo de
la producción del máximo beneficio.
Un giro crucial para Estados Unidos, un momento de transición para el mundo
Una función clave de las superestructuras políticas y del Estado es
disimular esta realidad para asegurar al modo de producción la
legitimidad social sin la que no podría sobrevivir. Sin embargo, la
ideología neoliberal y la forma de re-regulación que provoca, en
adelante están bien lejos de asumir esa tarea. Sobre todo, en Estados
Unidos. El rescate de los bancos durante la crisis de 2007-8 constituye a
este respecto, un punto de inflexión. La idea de que el sistema tal
como es, funciona en interés general, saltó por los aires. A eso se
añade el fiasco de la guerra de Irak -fomentada a golpe de mentiras
sobre las “armas de destrucción masiva” -que da argumentos a los
partidarios del aislamiento estadounidense. La desestabilización es
profunda, la crisis de los dos grandes partidos burgueses lo atestigua
El problema del (régimen del) capitalismo está planteada. En la
izquierda, esta desestabilización generó los movimientos Occupy, Black Lives Matter,
el Movimiento por los 15 dólares y la campaña de Sanders así como una
movilización de las mujeres que encontró una de sus expresiones en la
Marcha del 21 de enero. En la derecha, produjo el Tea Party y después a Trump que prolonga, radicaliza y sobrepasa al Tea Party. Su victoria supone un gran giro.
Visto el peso decisivo de Estados Unidos en todos los ámbitos,
podemos aventurar la hipótesis de que estamos en un momento de
transición de la historia mundial comparable a los de las crisis del
siglo XX. Un giro importante, más profundo que el que fue impulsado por
Thatcher (1979) y Reagan (1980). En efecto, lo que se ha tambaleado no
es solamente el orden neoliberal instaurado desde la década de los 80
del siglo pasado, sino el equilibrio de las relaciones entre las
potencias, el sistema de hegemonías tal como se creó y evolucionó
después de la Segunda Guerra Mundial. Es necesario intentar tomar la
medida de esto. Recordando de qué es capaz el capitalismo...
De la carnicería de 1914-18 a la obsesión por la estabilidad
Cuanto más se desarrolla la racionalidad parcial del capital, más
aumenta la irracionalidad global del sistema y se hace amenazadora. Se
expresa por la crisis periódica de superproducción y sobreacumulación y,
si es necesario, por la guerra. Pues la guerra capitalista no es más
que la continuación de la competencia por otros medios por parafrasear a
Clausewitz. Como la crisis, la guerra tiene su lugar en la racionalidad
parcial del capital: forma extrema de la “destrucción creadora” querida
por Schumpeter, elimina las fuerzas productivas excedentarias, favorece
la innovación tecnológica y abre nuevos campos a la revalorización del
capital.
A lo largo del siglo XX, la irracionalidad global se manifestó por
primera vez en toda su amplitud bajo la forma de la carnicería de
1914-1918. La Revolución Rusa de 1917 abrió una brecha pero quedó
aislada de suerte que la loca carrera productivista del capital se
expandió sin control por todo el planeta. Conocemos la continuación: la
racionalidad parcial de los capitales en lucha desemboca en la crisis de
1929. A continuación vino el triunfo del nazismo, la Segunda Guerra
Mundial, la Shoah y las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki....
Como lo señalaba Ernest Mandel, los Treinta Gloriosos de la posguerra
fueron posibles por la amplitud de las destrucción que les precedió /1.
En la segunda mitad de siglo, la posibilidad de que el sistema se
incline hacia autodestrucción comienza a espantar incluso a sus propios
representantes políticos. En un momento, algunos sopesaron terminar
militarmente con el “campo socialista” (que ya no tenía nada de
“socialista” pero seguía fuera de las inversiones capitalistas)... Sin
embargo, a fin de cuentas, se adoptó otra vía. Bajo la batuta de la
superpotencia estadounidense y gracias al largo periodo de expansión de
las posguerra, el capitalismo se dotó de instituciones políticas y
económicas para intentar impedir un nuevo derrape hacia la barbarie
generalizada. La estabilidad del mundo se convirtió en una obsesión. El
clima burocrático del poder en la URSS la compartía, a partir de sus
intereses específicos: fue la “coexistencia pacífica”.
Después del derrumbe del Bloque del Este y el restablecimiento del
capitalismo en China, los dirigentes rusos y chinos se integraron entre
los jefes capitalistas que defienden su parte del pastel colaborando con
al estabilidad. El neoliberalismo lanzado por Thatcher y Reagan más de
diez años antes había suministrado la biblia común y los medios de
comunicación repitieron sin parar la fórmula de Fukuyama sobre el “fin
de la historia”. Se trataba de olvidar que el capitalismo es incapaz de
atajar de forma duradera sus contradicciones. En 2007 estallaba la
crisis financiera mostrando que la racionalidad parcial de los capitales
no había dejado de acumular material explosivo en sus entrañas. Al
contrario, lo acumulaba más que nunca.
El agotamiento de un sistema
Hoy lo podemos medir. En la estela de 2008, el mundo fue sacudido por
las revoluciones (y contrarrevoluciones) árabes así como por la crisis
de la Unión Europea -con el estrangulamiento de Grecia, después el
Brexit. Mientras tanto, la guerra intercapitalista ya no era solo
comercial: el imperialismo de USA había relanzado la guerra a secas, en
Afganistán y en Irak. Estas guerras locales implicaban un desafío
global: mantener el control de Oriente medio, lugar estratégico de la
hegemonía de USA sobre el planeta. El resultado, lo sabemos, ha sido el
contrario: Irak en ruinas fue el terreno abonado para el Estado
Islámico; toda la zona está desestabilizada hoy con la amenaza de una
conflagración regional generalizada... En este caso, las consecuencias
son planetarias: la Unión Europea se juega su supervivencia en la
“crisis de refugiados”, el gendarme estadounidense no consigue recuperar
su capacidad de intervención, China y Rusia se aprovechan de la
situación para adelantar sus peones sobre el tablero capitalista
mundial.
El cuadro está pintado a trazos gruesos para que aparezca el aumento
de las contradicciones del sistema y la gobernanza neoliberal global.
Especie de mecanismo despótico de construcción de consenso bajo la
presión de maximización del beneficio capitalista, esta gobernanza
permitió evitar o mitigar las crisis, pero sus dispositivos, cada vez
más numerosos y opacos solo consigue prorrogar los plazos sin resolver
nada. Siguen desarrollándose las tensiones objetivas porque cada vez es
más difícil para el capitalismo compensar la baja tasa de beneficio por
el crecimiento de su masa como lo explica François Chesnais /2.
Simultáneamente, la dificultad objetiva de controlar estas tensiones
aumenta porque los partidos en el poder juegan a no ser más que los
ejecutores de un monstruo tecnocrático que han creado para someterse a
sus reglas.
Es ahí donde estamos: este régimen alcanza sus límites. Alimenta la
crisis de lo político que se convierte en un boomerang contra los
gobernantes y en un elemento importante del caos. En el fondo de este
fenómeno, está el hecho de que las instituciones de la democracia
parlamentaria burguesa están ampliamente vaciadas de su contenido. Esta
realidad es especialmente insoportable para los burgueses y los pequeños
burgueses que, por un lado, no pueden imaginarse el fin del capitalismo
y por otro, no tienen sitio en los centros de poder mundial donde el
liberalismo intenta gestionar sus contradicciones (“el partido Davos”
como dice Steve Bannon). Trabajadores (blancos y varones sobre todo)
pueden ser engañados pero el trumpismo expresa antes que nada, una
revuelta reaccionaria de las capas pequeño burguesas y burguesas medias,
enfadadas contra la gobernanza neoliberal globalizada que les ha
desposeído de su poder político /3.
Volver a llevar a USA Inc. al regazo del buen capitalismo de antaño
Marx ironizaba de buena gana sobre el hecho de que la sociedad
capitalista anda de espaldas a la realidad. Es el caso de Trump y sus
partidarios. En el universo mental de estas gentes, la falsa
racionalidad parcial que es la causa del caos se ha convertido en el
medio para acabar con el caos. Así que mientras que el frenesí del
beneficio del capitalismo es el responsable último de la crisis social,
incluyendo la crisis política, los “capitanes de la industria” son
vistos como salvadores capaces de liberar la sociedad de la injerencia
de los políticos, de los burócratas y del mal capitalismo de amiguetes
(financiero, cosmopolita, sin fe (el “crony capitalism” según Bannon)
que echa a perder el buen capitalismo de antaño /4. Para resolver
los problemas, sería “suficiente” que un jefe restableciera el orden,
liberase a las empresas y a los ciudadanos de las “cargas” que los
asfixian y restaure el dominio del Occidente cristiano.
Trump lleva esta lógica hasta la caricatura. Con su equipo de
millonarios santurrones y de generales llenos de galones, al nuevo
inquilino de la Casa Blanca se le ha metido en la cabeza dirigir Estados
Unidos férreamente como una gran empresa. Es fácil convertir el
personaje en alguien ridículo pero sería peligroso subestimarlo. Porque
Trump tiene un proyecto que consiste, por decirlo de alguna manera, en
reestructurar radicalmente la multinacional USA Inc. Sabe que el grupo
es aún dominante pero está a punto de perder su posición de líder
mundial. En su mentalidad, hay que golpear rápido y fuerte.
¿Qué hace un empresario que llega a la cúspide de una empresa en
semejante situación? Rápidamente da muestras claras de su determinación,
se desprende de actividades que no son (suficientemente) rentables,
siembra el miedo, despide personal (en primer lugar, mujeres y
emigrantes), centra su grupo en su núcleo empresarial, aumenta los
ritmos de trabajo, echa una bronca a sus directivos de sucursales (¡así
ha tratado al Presidente de México y al Primer Ministro australiano!) y
establece nuevas alianzas estratégicas para preparar el enfrentamiento
con sus principales enemigos. El paralelismo con los primeros pasos de
la nueva presidencia es bastante claro.
Hegemonía, guerra santa en el exterior y reacción en el interior
Lo que hace extremadamente peligroso potencial a Trump es la crisis
de hegemonía, dicho con otras palabras, la ausencia de cualquier
potencia -o de una relación estable entre potencias- para establecer
reglas, trazar las líneas que no se pueden franquear entre fuerzas
imperialistas o “campos opuestos”. Durante la crisis de los misiles en
Cuba (1962), el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear. Extrayendo
la lección de aquel acontecimiento, Moscú y Washington establecieron una
línea directa entre el Kremlin y la Casa Blanca: el “teléfono rojo”.
Hoy no hay nada semejante entre China, Rusia y Estados Unidos. Esto sin
recordar los primeros años del siglo XX, cuando el declive del Reino
Unido y el ascenso de Alemania desembocaron en la Primera Guerra
Mundial. No se puede excluir que el aumento de las tensiones genere en
el futuro una situación en la que bastaría una chispa para encender la
mecha. En el mar de China del Sur o en otras partes...
Aparentemente, lo esencial para Trump es la lucha contra el ascenso
del poder de la China capitalista, única rival capaz de amenazar un día
la hegemonía de unos Estados Unidos declinantes. En el plano
geoestratégico, hay que separar Moscú de Pekín y por eso dar una
zanahoria a Putin: por ejemplo, una parte de lo que Rusia considera su
“espacio vital” en Europa Central y en Medio Oriente (Siria)... De esta
alianza con el Kremlin, además, Trump espera una colaboración en la
guerra santa contra el islamismo que es su otra obsesión. De golpe, las
declaraciones sobre la “obsolescencia” de la OTAN y en favor del Brexit
son menos absurdas de lo que parecían y solo los ingenuos podían creer
que la llamada telefónica a la dirigente de Formosa era un error debido a
la inexperiencia.
También en el plano interior, hay una lógica: el racismo, la
homofobia, el sexismo, la islamofobia, el muro en la frontera de México,
el apoyo a los “pro-vida”, el “veto a la entrada de musulmanes”, etc.,
no apuntan solo a sembrar la división en el mundo del trabajo señalando a
los chivos expiatorios sino a preparar los ataques de regresión social
(especialmente, contra el Obamacare). Estos temas también tienen la
función de unir fuerzas y redes reaccionarias blancas, cuyo apoyo
militante le será muy necesario a Trump para afrontar la resistencia
social, incluso en el seno de su propia clase.
Ocultad esta crisis climática que yo no puedo ver
En esta amalgama, el negacionismo climático ocupa un lugar específico
del que hay que decir dos palabras. De entrada, se ha señalado que la
contradicción entre racionalidad parcial e irracionalidad global tiende a
profundizarse a medida que se desarrolla el capitalismo. Esta
profundización no es solo cuantitativa: aparecen nuevos problemas. La
crisis ecológica juega aquí un papel clave, especialmente, el desafío
climático. De hecho, las medidas que hay que tomar han sido pospuestas
tanto tiempo que es casi imposible parar el peligro seriamente sin
cuestionar la lógica de acumulación capitalista.
La hoja de ruta de la gobernanza global integra a partir de ahora
objetivos de “desarrollo duradero” y de “internacionalización de los
perjuicios o beneficios”. Pero ni los millares de páginas dedicadas a
los beneficios de una “economía verde” ni los acuerdos penosamente
negociados en las cumbres internacionales disuaden al capital de quemar
masivamente combustibles fósiles. El calentamiento continua sin control,
amenaza a la humanidad con una mega catástrofe irreversible, de una
amplitud inimaginable: ¿quién se puede imaginar las consecuencias de una
subida de doce metros del nivel de los océanos?
En un momento de lucidez, Nicholas Stern había escrito que “el cambio
climático es el fracaso más grave de la economía de mercado” /5.
Esta confesión se enterró rápidamente: demasiado explosiva. No es
casualidad: de forma general, los capitalistas, sus ideólogos y sus
representantes políticos son literalmente incapaces de comprender que la
irracionalidad global se desarrolla a partir de la racionalidad parcial
del capital. Su posición de clase se lo impide. Deberían admitir que la
racionalidad del capital es una falsa racionalidad que arrastra a la
humanidad hacia el abismo, una mistificación de la que hay que
desprenderse urgentemente. No quieren esta conclusión a ningún precio.
Sin embargo, el cambio climático es el colmo de la irracionalidad
global. Realmente, se puede imaginar una locura más completa que esta:
una sociedad de alto cientificismo que tiene los medios para actuar sabe
casi con certitud que su dinámica de acumulación amenaza la destrucción
de centenares de millones de gente y de innumerables riquezas naturales
pero no hace en serio nada más que declaración de intenciones... Para
Trump y Cia, esta contradicción es demasiado. Incapaces de hacerle
frente, eligen simplemente negar su fundamento y meten los acuerdos
internacionales en la bolsa de desperdicios de la globalización. Es así
como el negacionismo climático es expulsado del debate público por la
puerta de la ciencia y vuelve a entrar por la ventana de la política.
Un proyecto reaccionario global
El proyecto de Trump es global y supone una amenaza global. Es el
proyecto reaccionario de un capitalismo delincuente, brutal y muy
autoritario salido directamente de la cabeza de un empresario
nacionalista que echa pestes contra todas las obligaciones: las “cargas
sociales”, los sindicatos, la competencia, “el papeleo”, la prensa, los
ecologistas, las reglas de la “buena gobernanza”... Un patrón que frente
a estos desafíos, busca dividir a los trabajadores mediante ataques
racistas y sexistas.
Este proyecto debe ser combatido como tal. En todos sus aspectos, sin
ninguna ambigüedad. Esta afirmación no es unánime en la izquierda. Tres
ejemplos:
- Una parte de los dirigentes sindicales estadounidenses esperan que el proteccionismo relance el empleo en Estados Unidos. Como dice Lance Selfa, “ Estos dirigentes sindicales ofrecen a Trump la cobertura que necesita para cubrir su programa económico con un color “populista” y favorable a los trabajadores”. “Dan una capa de legitimidad a una administración cuya intención es atacar a sectores enteros de la clase trabajadora, incluyendo a emigrantes y sin papeles” /6.
- El hecho de que Trump se alegre del Brexit no lo convierte en un “aliado objetivo” de la izquierda opuesta a la Unión Europea como algunos “soberanistas de izquierda” parecen pensar. La izquierda combate la Unión Europea desde una perspectiva anticapitalista por tanto, internacionalista. No tiene nada que ver ni de cerca ni de lejos, con el campo de los Trump, Farage, Le Pen y Cia.
- En el mismo orden de ideas, la izquierda no tiene de qué alegrarse cuando Trump habla de la obsolescencia de la OTAN. Combatimos a la OTAN porque rechazamos la guerra y el militarismo. Nuestro objetivo no puede ser crear “otro dispositivo de seguridad europea integrando a Moscú”. Semejante dispositivo aumentaría la influencia de la principal fuerza reaccionaria del continente -Rusia- y dejaría las manos libres a USA para un conflicto con China.... ¿Alguien dice “pacifismo”?
Ciertamente, el trumpismo no es un nazismo pero el uso sistemático de
la mentira, el nacionalismo y la movilización reaccionaria de los
pequeños burgueses encolerizados recuerdan la década de 1930. Además, ¿
cómo no relacionar “ America first” (NT. América primero) con “
Deutschland über alles” (NT “Alemania por encima de todo”). “Soy el
candidato de la ley y del orden” ha martilleado Trump durante su campaña
electoral. Y ahí está en la Casa Blanca y reclama abiertamente el uso
de la tortura, da la orden de publicar semanalmente una lista de los
delitos cometidos por extranjeros y ataca a los periodistas en nombre de
los “hechos alternativos”... Sería peligroso dejar que la indignación y
la vigilancia decaigan apostando en el hecho de que la mayoría de la
clase dominante estadounidense no apoya estos caprichos.
Autonomía relativa de lo político, papel de los individuos en la historia
Los grandes medios de comunicación se han dado prisa en decir que el
nuevo presidente debería necesariamente de “rebajar su tono”. Es verdad
que su equipo parecía dividido y heteróclito: el perdonavidas populista
de Wall Street, Steve Bannon, se codea con Gary Cohn, número dos de
Goldman Sach, que dirigirá el Consejo Económico. Sin embargo, a lo largo
de su primera semana, Trump ha concretado a rienda suelta la mayoría de
sus promesas populistas.
No es seguro que pueda continuar. Por una parte, a la jerarquía
militar -cuya estrategia imperialista es muy constante desde Bush- no le
gusta ver a Bannon suplantarle en el Consejo Nacional de Seguridad. Por
otra parte, círculos muy influyentes del gran capital estadounidense
son contrarios a Trump especialmente respecto a cuatro puntos vinculados
entre sí: la política internacional, el proteccionismo, los migrantes y
la reforma fiscal. Si Trump no es “reorientado” sobre estas cuestiones,
una parte de la burguesía USA podría querer desembarazarse de él como
la burguesía británica se desembarazó de Thatcher en 1990 (en la época
de la poll tax). Porque es la clase dirigente -no los individuos- quien
dirige en última instancia.
En apoyo de esta tesis, se pueden citar las reacciones capitalistas
al “Muslim ban” -prohibición de entrada en Estados Unidos a los
procedentes de siete países de Oriente Medio. Efectivamente, un gran
número de empresarios de empresas clave (Facebook, Google, Starbuck,
Goldman Sachs, Citigroup, Mastercard, Ford, Coca-Cola, Amazon...) han
criticado esta prohibición abiertamente, a veces, duramente. Algunos
(Uber, Syft) lo han hecho por temor a un boicot de los consumidores pero
el fondo del asunto es que el nacionalismo blanco de Trump tiene un
completo desfase a todos los niveles en relación al cosmopolitismo del
personal de los grandes grupos tecnológicos /7.
Sin embargo, la partida es más compleja. Por una parte, el capital
está dividido: los importadores (Walmart) se oponen al proyecto de
aranceles aduaneros pero los exportadores (Boeing, General Electric) son
favorables. Por otra parte, la “base trumpista” también se moviliza:,
el lunes, 30 de enero, en reacción a las declaraciones del CEO de
Starbuck contra el “Muslim ban”, #BoycottStarbucks era el hashtag más
popular en Twitter en los Estados Unidos /8...
Afirmar que la clase dirigente dirige “en última instancia” -esas
tres palabritas son importantes- significa que hay una doble autonomía
relativa: de la espera política respecto a la esfera económica y de los
individuos respecto a la esfera política /9. La nominación de
Trump en las primarias republicanas, después su elección para la Casa
Blanca muestran que esta autonomía es muy real. Los observadores que
habían pronosticado que el magnate sería vencido porque Wall Street no
lo quería, se equivocaron.
El montaje como método político
La comparación no significa razón pero el gran capital alemán puso en
el poder a Hitler para que derrotara al movimiento obrero no para que
la arrastrara a la Segunda Guerra Mundial y a la Soah. Sin embargo, él
había previsto hacerlo y lo hizo... engañando a sus interlocutores
respecto a sus intenciones, después instaurando su dictadura... ¿Y qué
hicieron los magnates Thyssen, Krupp, IG Farben, Allianz y otros
florones de la economía alemana? Se acomodaron a la situación y se
aprovecharon de la”destrucción creadora”.
No hay que hacerse ninguna ilusión y hay que recordar que es la
dictadura -y no la democracia- la que es inherente al sistema
capitalista. Es cotidiana en las relaciones de trabajo en el seno de las
empresas y en el “mercado de trabajo”. El movimiento obrero conquistó
mediante la lucha sus derechos democráticos pero estos son cuestionados
en cuanto la clase dominante siente su poder amenazado. Era verdad en
los años treinta del siglo XX y sigue siendo verdad hoy. Trump inquieta
algunos sectores de los propietarios pero al mismo tiempo, responde a su
manera, a una “demanda” capitalista pues la profundización de las
políticas de austeridad necesita un poder fuerte. Que sea bajo una forma
populista o bajo la forma neoliberal, la tendencia autoritaria se
afirma por todas partes: Erdogan, Putin, Junker, Xi Jiping, Fillon...
El “Muslim ban”, un primer ensayo
Donald Trump no es un político burgués cualquiera. Es un mentiroso
sin escrúpulos y un manipulador, a la altura de Hitler, de Napoleón III y
de otras figuras de la misma calaña. Sin embargo, en los periodos de
crisis política y confusión, en los que la misma burguesía está
profundamente dividida, los personajes de este tipo son capaces de
montajes para generar el pretexto de su dictadura -como lo hizo Hitler
con el incendio del Reichstag. A los ojos de la burguesía, el nacional
populismo racista, señalando chivos expiatorios, puede facilitar la
instauración de un régimen autoritario. Si no encuentra una resistencia
social suficiente, la mayoría de la patronal puede sumarse o dejar
hacer.
Analizando en detalle la orden ejecutiva del “Muslim ban”, Laleh
Khalili estima que ha sido concebido deliberadamente para crear la incertidumbre y la arbitrariedad necesarias para el ejercicio del poder mediante los hechos /10.
Además, la autora llama la atención sobre el hecho de que esta orden
ejecutiva de Trump ha sido aplicada inmediatamente y con celo por
funcionarios de la administración de fronteras, un medio muy favorable
al nuevo presidente. Nos podemos preguntar cómo hubiera evolucionado el
asunto sin la resistencia social antirracista espontánea y masiva.
La crisis de los partidos estadounidenses, especialmente la del
Partido republicano, crea un contexto favorable a la “estrategia del
shock” y solo podemos seguir a Laleh Khalili cuando señala que “este
método conviene perfectamente al estilo autoritario de Trump y sus
consejeros”. El principal de ellos, Steve Bannon, es un estratega de
extrema derecha, fundamentalista cristiano que ambiciona destruir el
establishment estadounidense para instaurar una dictadura que haga la
guerra al Islam y a China. Una vez que individuos de este estilo se
apoderan del poder político, no se puede excluir que efectivamente,
lleguen a forzar el futuro dentro de ciertos límites.
Un potencial de barbarie sin precedentes
Las consecuencias serían temibles. En el plano socio-político sin
duda. Pero también en el plano medioambiental con repercusiones sociales
y sanitarias importantes. A propósito de esto, hay que leer la
transcripción de la audiencia delante de la comisión del Senado de Scott
Pruitt a quien Trump designó para dirigir la Agencia de Protección del
Medioambiente: Pruitt miente descaradamente pero no llega a esconder que
ambiciona desmantelar no solamente la política climática (muy
insuficiente) sino también la legislación clave sobre la regulación de
las emisiones de plomo, de mercurio, etc /11.
Jeremy Legget cree que la capacidad de perjuicio de Trump en el
dossier climático es limitada porque la transición energética
capitalista es irreversible /12. En efecto, sin duda es
irreversible dado que la caída de los precios de la electricidad de
origen renovable condena a la de los fósiles en los próximos años. Pero
por una parte, esta transición capitalista no salvará el clima pues no
respeta las obligaciones en términos de reducción de emisiones, ni los
plazos de esta /13. Por otra parte, como el mismo Legget admite,
la política internacional de Trump podría, por una huida hacia adelante
en la guerra, crear una situación de hecho en la que la clase dominante
de USA estaría obligada, lo quiera o no, a mandar la lucha contra el
calentamiento a la enésima fila de las prioridades...
Dado que estamos en el filo de la navaja, el resultado sería terrible
y probablemente, irreversible. Desde ese punto de vista, el potencial
de barbarie de Trump sobrepasa todo de lo que el capitalismo se ha
mostrado capaz en el pasado. Como escribe François Chenais (op.cit.): Que
el capitalismo encuentre límites que no puede franquear, de ninguna
manera significa el fin de la dominación política y social de la
burguesía, aún menos su muerte pero abre la perspectiva de que arrastre
la humanidad a la barbarie.
Nada está determinado, todo depende de la lucha
Una conocida expresión inglesa afirma que “ Every cloud has its
silver ligning” (toda nube tiene su ribete de plata). La incapacidad de
la gobernanza neoliberal frente a la creciente irracionalidad global no
solo se manifiesta en la derecha, en el trumpismo. Se expresa también en
la izquierda en la gran radicalización visibilizada por el movimiento
Occupy, después por la campaña de Bernie Sanders para la investidura
demócrata. La elección de Trump refuerza espectacularmente esta
polarización.
Las personas explotadas y oprimidas han reaccionado inmediatamente
mediante movilizaciones masivas y muy espontáneas. Una semana después de
la gigantesca Marcha de las Mujeres del 21 de febrero, centenares de
miles de personas han pasado a la acción contra el “Muslim ban”.
Seguirán otras luchas. Ya, la llamada a una Marcha Popular por el Clima
el 29 de abril tiene todas las posibilidades de sobrepasar en número la
gran manifestación del “clima” que reunió 300 000 personas en Nueva York
en 2014.
En esta lucha no hay que esperar nada de los políticos demócratas.
Bernie Sanders los asustaba mucho más que Trump. Hablan de democracia
pero encarnan una política neoliberal agotada y cada vez más
autoritaria. La única estrategia realista consiste en desarrollar
movilizaciones y hacerlas converger intentando orientarlas en un sentido
anticapitalista. Pues se trata de extraer la lección del éxito de
Bernie Sanders en las primarias demócratas: solo oponiendo a una
racionalidad ecosocialista -la racionalidad de la satisfacción de las
necesidades humanas reales, democráticamente definidas en el respeto al
medioambiente- a la falsa racionalidad parcial del capital, es posible
impedir el paso a Trump.
A la gente explotada y oprimida de todo el mundo le interesa
manifestar la solidaridad más amplia y más activa posible con las
movilizaciones de Estados Unidos. Además, no se trata de solidaridad
sino de un combate común. Pues el interés común de las personas
explotadas y oprimidas del mundo entero es combatir a Trump. Su derrota
será la de todos los déspotas -o candidatos a déspotas- que juegan al
nacionalismo o al populismo para oprimir a la gente.
La prueba de fuerza que se juega en Estados Unidos es de alcance
planetario. Si el trumpismo es combatido o se debe “abandonar” bajo la
presión de la calle, esta victoria animará por todas partes la
contraofensiva de los pueblos. Por el contrario, si él gana, habrá que
empezar a temer seriamente el riesgo de una Tercera Guerra Mundial.
7/02/2017
Gracias a Dan La Botz y a Charles-André Udry por sus comentarios (D.T.)
Notas:
1/ Ernest Mandel, “Las ondas largas del desarrollo capitalista. Una interpretación marxista” Siglo XXI, 1986.
2/ Leer ¿Ha topado el capitalismo con límites infranqueables? http://www.vientosur.info/spip.php?article12231
3/ Kim Moody, “Who Put Trump in the White House?”, Against The Current, jan-feb 2017.
4/ Bannon expuso su visión estratégica en una
conferencia impartida en 2014 en los locales del Vaticano (¡!) La
lectura de ese texto es esencial. http://www.dignitatishumanae.com/index.php/this-is-how-steve-bannon-sees-the-entire-world/
5/ Stern Review, The Economics of Climate Change, 2006.
6/ Leer Lance Selfa, “Qu’est-ce que signifie ‘rendre l’Amérique à nouveau grande’?” http://alencontre.org/ameriques/americnord/usa/etats-unis-quest-ce-que-signifie-rendre-lamerique-a-nouveau-grande.html
7/Dan La Botz, “Trump Makes Early Enemies”, http://www.internationalviewpoint.org/spip.php?article4854
8/ Financial Times, 31 enero. https://www.ft.com/content/315f7568-e6fe-11e6-893c-082c54a7f539
9/ Sobre el papel de los individuos en la historia,
leer a Ernest Mandel, “Les individus et les classes sociales: le cas de
la Seconde guerre mondiale” http://www.ernestmandel.org/new/ecrits/article/les-individus-et-les-classes
10/ Laleh Khalili, “With Muslim Ban, Trump and Bannon Wanted Chaos, but Not Resistance” http://www.truth-out.org/news/item/39298-sowing-mayhem-to-reap-power-the-sinister-strategy-behind-trump-s-muslim-ban
11/ https://www.nrdc.org/experts/john-walke/trump-epa-nominee-answers-senators-contempt-and-extremism?utm_source=tw&utm_medium=tweet&utm_campaign=socialmedia
12/ Jeremy Legget, «State of The Transition, December 2016”, http://www.jeremyleggett.net/2017/01/state-of-the-transition-december-2016-as-fossil-fuel-diehards-take-over-the-white-house-the-evidence-of-a-fast-moving-global-energy-transition-has-never-been-clearer/
13/ Sobre el posible impacto de las medidas
clima-negacionistas que tomaría Trump, leer a D. Tanuro, “Empêchons
Trump de commettre un crime climatique” http://www.lcr-lagauche.org/empechons-trump-de-commettre-un-crime-climatique-contre-lhumanite-et-lenvironnement/
Traducción: VIENTO SUR
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